Prefacio

Estás en el espacio technicolor donde el tiempo transcurre de una manera poco convencional...
Antes de entrar al justo medio entre la razón y el sentimiento...no intentes comprenderlo...sólo sentirlo...aún a pesar de kantian@s, existencialistas y radicales..Encontrarás diferentes personajes que deambulan por estos espacios..

Ni todos son reales ni todos son ficticios..son simplemente acompañantes del camino..

martes, 4 de noviembre de 2008

La franca caída libre

Despertó un día sintiendo que los sonidos le pesaban casi tanto como las horas. Hacía mucho tiempo que dejó de sentir cómo el viento jugaba cariñosamente con su cabello y las caricias esporádicas de las nubes mañaneras. Todo indicaba que Amelia estaba, definitivamente, hastiada de los amantes...de todos menos de uno.

Después de su último encuentro fugaz, ya cuando iba camino a su oficina, se descubrió absurdamente enamorada de esos ojos almentrados y las canas interminables. En un arranque de locura cósmica y un orgasmo salvajemente sonoro, resolvió para sí misma que ya no quería compartir su cuerpo con algún otro..sólo con él. El de los lentes raros y la sonrisa tranquila.

Amelia no quería experimentar otros cielos diferentes al que experimentaba en franca caída libre cuando estaban juntos. Ella no quería revelar su nombre, así que siempre le decía "Tristán".

Así pues, decidió que necesitaba tiempo lejos de la ciudad, pues estaba harta de su vida rutinaria. Hizo maleta para tres semanas, buscó los rollos fotográficos suficientes, los blanco y negro eran sus favoritos, y decidió emprender la gira artística anual en busca de la dosis neurológica necesaria para seguir bajo el mismo régimen.

Unos días antes de irse le llamó a Tristán para avisarle que se iba por un tiempo. Él también saldría de viaje, con dos días de diferencia, sólo que su misión era detener activistas agresivos que entorpecían las labores humanitarias para evitar el calentamiento global, o algo así musitó brevemente antes de pedirle una última noche..hasta que el destino volviese a reunirlos en el mismo espacio geográfico.

Pactaron la cita y se vieron en un hotel camino al aeropuerto. Entre besos, caricias y sexo tántrico, Tristán le decía dulcemente al oído: Tengo preparado para tí un baúl lleno de sorpresas. Ábrelo cuando estés por marcharte a tu viaje y estés sola.

Así, Amelia decidió abrir el baúl. Sólo había un papel reciclado con una lista escrita. Eran destellos de deseos que Tristán quería compartir con ella. También era un poco de lo que Amelia le hacía sentir:

1. Selva

2. Cascadas

3. Olor a café recién molido

4. Chocolate en leche, con espuma interminable

5. Hamacas

6. Estrellas fugaces

7. Fuegos Artificiales

Ella, por su parte, le dejó una lista de canciones para que lo acompañara en su misión...canciones que la hacían feliz y sólo por eso le recordaba. Claro, Amelia se llevó una copia para sentirlo cercano durante las noches de su viaje.



Sólo fue cuestión de subirse al camión para descubrir que, durante esas tres semanas ella vería en todas partes esos deseos, sentimientos y señales. Se encontró en medio de la selva, tomando café en Ocosingo y caminando hacia Comitán. Pudo explorar la cascada de Misol- Há y extender los brazos mientras la fuerza del agua cayendo la empujaba hacia las rocas, estando parada en el puentecito que dividía lo real de lo imaginario. Se tumbó en una hamaca en Tabasco, mientras observaba pacientemente el atarceder y espantaba a los fastidiosos mosquitos que estaban empecinados en picarla.

Llegando a Zinacatán, lo primero que recibió al bajarse del camión fue una taza de chocolate en leche, muy caliente. Contrastaba con la neblina que bajaba a la comunidad y hacía la unión perfecta con el café recién molido de la zona. Pensó que después de esto, la lista no podría seguir en el mismo orden. Que ella lo estaba imaginando, así que decidió cambiarse de región..


Siguiendo sus instintos se fue hacia el mar, su amante más antiguo.

Allá descubrió la lluvia de estrellas más maravillosa. La noche fue mágica, no dejaban de caer y casi no había tiempo para pedir deseos entre una y otra. Se sentía acompañada, feliz, parte de un todo y reafirmando su decisión de no estar con nadie más, sólo con su Tristán ¡El que había deseado para ella todo eso!

Se sentía enamorada, con ganas de regresar y verlo. Contarle que había recuperado la fé en el universo y que estaba dispuesta a dar el siguiente paso, ser amantes eternos..Camino a ninguna parte, sintió el deseo de pararse en medio de la calle para gritar a los cuatro vientos que Tristán era un regalo hermoso que tenía poderes mágicos y era capaz de convertir un beso en relámpago y fue cuando los vió: Los más maravillosos fuegos artificiales en un cielo negro y sin nubes. Morados, azules, rojos, amarillos y verdes. Sus tinturas teñían temporalmente el cielo. Amelia no podía esperar para verlo y entre besos descubrir la similitud entre deseos y canciones, detallarle el cumplimiento de la lista de deseos.

Así que se regresó, lo buscó, le escribió y lo llamó. Esperó pacientemente uno, dos, tres días. Sabía que él tenía actividad en internet, aunque no sabía si estaba en la ciudad. Eso no importaba, ella bajaba sus correos casi compulsivamente para ver si le había escrito algo. Pero no. Él no respondió a sus cartas y no atendió a la única llamada telefónica que Amelia hizo. No hubo más explicaciones. Él simplemente desapareció.

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